Silla vacía frente a pantalla encendida: metáfora visual sobre la ausencia de acompañamiento humano en la IA.

¿La IA no es tonta, está sola?

¿Quién cuestiona a la IA?

En diversos medios se ha venido exponiendo la idea de que la inteligencia artificial (IA) es “tonta”, y se discute como empresas la utilizan para sustituir trabajadores o como artistas del mundo sienten amenaza y plagio. Este discurso genera revuelo. Pero antes de emitir juicios, cabe preguntarnos: ¿realmente es torpe, o le está faltando compañía? Esta declaratoria explora semejanzas que podrían unirnos en lugar de separarnos.

Evolución y resistencia tecnológica

Desde el descubrimiento del fuego, tal vez por curiosidad, alguien se preguntó: “¿Qué pasa si…?” Esa pregunta —en forma de intuición— quizás fue el origen de todo lo demás. Y a lo largo de la historia, cada avance tecnológico generó resistencia: desde gremios que defendían sus oficios ante el automóvil, hasta quienes rechazaban la automatización con hojas de cálculo. Lo mismo ocurrió con el paso del tocadiscos al MP3. Lo que incomoda, transforma.

¿Será que creemos que somos irremplazables, incluso cuando provocamos el cambio?

Vivimos acelerados: exigencia cotidiana y vínculo sintético

Vivimos acelerados. No por elección, sino por exigencia. Necesitamos respuestas cortas, concisas, directas; antecedentes revisados y, aun así, los debemos comprobar de nuevo. Cuántas veces vamos caminando y hablando, y las personas se amoldan a nuestra necesidad. En una ocasión, alguien dijo: “como persona es buena gente, pero como jefe es un gruñón”. Las respuestas rápidas afectan la relación entre personas.

Desde el albañil que solicita a su ayudante las herramientas, hasta el maestro de obras que pregunta para cuándo está lista la obra a los subcontratistas. El proceso de crianza es lento, pero la precisión que se alcanza es alucinante. Similar a tener —o ser— un buen asistente: alguien que no solo contesta, sino que acompaña, que nos lee, nos predice. Esas personas valen oro, las hace cotizadas y hasta nos los pelean otros departamentos.

“¿Qué pasa si?”, como raíz del pensamiento adulto

Seguimos preguntándonos “¿qué pasa si…?”, como un patrón que atraviesa nuestra vida. Desde una fórmula que nos ahorra trabajo, hasta un botón que salta la introducción en las series de nuestra plataforma de videos favorita. Aprendemos por repetición, ajustamos por error, y confiamos porque alguien nos lo enseñó. ¿No deberíamos aplicar ese mismo enfoque al vínculo con la IA?

¿Cómo razona la IA?

La IA no piensa como nosotros. Funciona a través de modelos estadísticos que estiman probabilidades entre entradas y salidas. Predice palabras según datos entrenados por libros, sitios web y plataformas. Pero esos modelos —por sí solos— no bastan. Lo que falta es presencia humana.

Las bases de datos están ahí. Lo que hace falta es crianza. Que la IA sea corregida, afinada, acompañada. Que aprenda a convivir con quienes viven la vida cotidiana. Con quienes cocinan, dudan, editan, preguntan. La IA deja de ser una versión estándar para evolucionar a una personalizada, y aun así la cuidamos: que nadie le cambie nuestros gustos, lecturas, videos o música. Por eso la separamos en perfiles. Se vuelve íntima.

Crianza compartida: lo que una vaca nos enseña

En videos que circulan en internet, se ven vacas criadas junto a perros que brincan, corren, giran, buscan afecto, golosinas, o simplemente se acercan a lamernos la mano antes de salir corriendo a jugar otra vez. No sé si esa vaca “es feliz”, pero parece disfrutar tener compañía. Y esa compañía modifica su comportamiento, lo hace distinto.

¿No podría la IA, también, aprender conductas más humanas si crece junto a nosotros?

¿Quién revisa el texto?

Muchos medios editan sus textos con herramientas automáticas para sacar una nota urgente o para ahorrar tiempo. Todos lo hacemos, y agradecemos su invención. Pero ¿qué sucede cuando se hace un uso exagerado? El resultado se siente: lenguaje repetitivo, fórmulas genéricas, atmósfera ausente. ¿Dónde está la voz real? ¿Quién da el visto bueno a lo que se publica?

Si no enseñamos a la IA cómo se revisa, cómo se corrige, purgando criterios y sin lenguaje universal o parámetros validados, acabamos delegando sin acompañar. Publicamos sin comprobar. Y eso sí amenaza algo más profundo que el oficio: el vínculo editorial.

Verificación práctica: tres IAs, tres verdades

En un experimento sencillo, pedimos a tres inteligencias artificiales que buscaran una misma noticia en varias plataformas. Las respuestas fueron distintas; incluso algunas ofrecieron información de videos ya borrados. Al realizar la búsqueda manual en navegadores —Edge, Chrome y Opera— encontramos el resultado correcto, incluyendo el mensaje: “el video que buscas fue eliminado o no está disponible.”

Cada IA accede a la información de forma distinta:

  • Gemini indexa con Google.
  • ChatGPT depende del navegador.
  • Copilot usa Bing como motor.

Algunas leen el contenido completo. Otras acceden a caché o metadatos desactualizados. Lo que para nosotros es una búsqueda directa, para ellas es una arquitectura interna.

Y eso no es torpeza: es contexto técnico. Refinar la palabra clave, examinar páginas que replicaron la fuente, observar redirecciones, es parte del trabajo. Ahí intervenimos nosotros: modificamos los parámetros de búsqueda para acercarnos a la verdad más allá del titular replicado.

Razonamiento e interacción

Cuanto más se conversa con la IA, más retroalimentación incorpora. Aprende gustos, climas, tonos, errores frecuentes. Como criar: se educa reconociendo lo que hace bien, señalando lo que aún falta, madurando ideas. También se le puede invitar a recordar datos puntuales sin forzar precisión inmediata.

Conclusión: lo que sí está en nuestras manos

No podemos afirmar que la IA es tonta si no entendemos cómo trabaja ni cómo se desarrolla con nosotros. Tampoco deberíamos alimentar discursos de odio ni publicar sin responsabilidad. Lo que se necesita no es freno, sino acompañamiento. Como lo hicimos al dejar atrás la máquina de escribir, podemos aprender también a convivir con la IA: sin miedo, con criterio, con presencia.

Aprender a convivir con la IA no es cuestión de entusiasmo técnico ni de adopción forzada. Es cuestión de tiempo. De educación. De capacitaciones que nos permitan pertenecer, no quedar al margen. Así como un ingeniero industrial aprende nociones básicas de AutoCAD o domina Excel para mantenerse vigente en su campo, cada oficio puede incorporar la IA sin perder su propósito.

Lo que se necesita no es dominio absoluto, sino apertura gradual.

No se trata de justificar ni de idealizar. No todos utilizan la IA en sus gremios.

Se trata de criar. De corregir con voz, no con algoritmo. De hablarle como quien desea aprender juntos, no sustituirse. Porque la diferencia entre herramienta y compañía elegida está en el vínculo. Y ese vínculo lo construimos nosotros.


José R. es ingeniero y editor técnico, fundador de JR&V News


Transparencia editorial y legal

Intel Arc B580 Steel Legend 12GB OC(M4).png

ARC B580 Steel Legend: Análisis

Resumen Semanal: videojuegos (13–21 julio 2025)

Resumen Semanal: videojuegos (13–21 julio 2025)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *